Luego de los saludos, regalos y celebraciones del Día de la Madre, me gustaría invitarlos a hacer una reflexión sobre estas fechas y la imagen que estamos transmitiendo a todos pero especialmente a nuestras hijas e hijos. Y es que celebramos una figura llena de virtudes, cercana a la perfección aunque por supuesto con la espontaneidad y simpatía a flor de piel. Sin embargo, esta mirada se basa en un estereotipo y se nos presenta como un ideal casi imposible de cumplir.
Repensar el papel de las mujeres ya no solo como madres, con todo lo que implica la gestación y crianza de un nuevo integrante de la familia, sino también de los roles compartidos, la coparentalidad.
Recordemos que la crianza es un viaje que no se recorre solo, por lo que es importante romper con el estereotipo de que esta responsabilidad recae netamente en la madre, restando la intervención del padre y minimizando su rol.
El rol de madre es aún más complejo cuando se debe asumir en solitario. Según datos del Ministerio de Desarrollo Social, actualmente en Chile existen cerca de 1 millón 700 mil hogares encabezados por mujeres que crían solas a sus hijos. Un número que va creciendo y hoy alcanza el 27,4% de las familias del país.
Teniendo en cuenta estas cifras, es importante continuar resaltando la relevancia de que los padres asuman sus responsabilidades, realizando las tareas del hogar de manera equitativa y participando activamente de la vida de sus hijos y/o hijas, en vez de dar por hecho que hay obligaciones que corresponden solo a las mujeres. Para lograrlo, no basta la buena voluntad. Es necesario seguir avanzando en políticas que permitan un equilibrio entre trabajo y familia, aplicables para ambos padres. Estas medidas deben ser promovidas tanto por el Estado, las empresas y, más importante aún, contar con el apoyo efectivo de toda la sociedad.
Desde las empresas, facilitar el post natal paterno con goce de sueldo y su participación en otras tareas, como consultas médicas, cuidarlos cuando están enfermos, ir a buscarlos al colegio en caso de necesidad, e incluso asistir a las reuniones de apoderados, es un paso adelante. Si todas estas tareas recaen solo en la mujer, reducir la brecha es casi una declaración de intenciones.
Tengo el privilegio de estar en una empresa que adhiere a estos principios y es algo que se percibe en sus acciones. En el marco del programa BCare, por ejemplo, se asegura una licencia de paternidad o cuidador secundario de 20 días, que en Chile equivale a 15 días extras a los 5 días legales para ellos. Si bien la legislación nacional permite compartir el permiso postnatal parental, su uso es poco debido a los estereotipos ya mencionados, por eso creemos que estos días adicionales son una paso significativo para promover la participación del padre en la crianza.
Y aunque en nuestro país contamos con 168 días de licencia de maternidad (entre el pre y post natal), no es la norma para el resto del continente. Por esto, BCare ha realizado el esfuerzo por ampliar este permiso a los mismos 168 días, para todas las sedes de la región. De esta manera, ambos progenitores pueden aprovechar al máximo esta etapa tan importante, especialmente en los primeros meses de vida.
La licencia parental es sin duda solo una de las muchas cosas en las que se puede avanzar cuando hay un consenso social y trabajo mancomunado entre el Estado, empresas y trabajadores, sobre la necesidad de potenciar el crecimiento laboral de ambos padres y la sana convivencia en la relación con los hijos, de la mano de tareas compartidas igualitariamente entre parejas.
*Diana Jara es Gerente de Recursos Humanos de BASF Chile.