La Directora Nacional de la Escuela de Educación Diferencial de Universidad Santo Tomás, Patricia Estay, explica porqué es tan complejo diagnosticar este trastorno en niñas y mujeres.

Son múltiples los retos que se enfrentan al momento de efectuar un diagnóstico del Trastorno del Espectro Autista (TEA), especialmente en mujeres y niñas. Esta complejidad intrínseca no se refleja sólo en la manifestación de la condición propiamente tal sino también en las respuestas del sistema de salud y en las expectativas sociales.

Patricia Estay, Directora Nacional de la Escuela de Educación Diferencial de UST, explicó que “esta barrera se debe a varios factores interconectados, que incluyen diferencias en la presentación de síntomas, prácticas de diagnóstico y expectativas de género”.

Según comentó, “es importante destacar que históricamente la investigación sobre el TEA se ha centrado en poblaciones masculinas (prevalencia 4:1), lo que ha sesgado de alguna manera los criterios diagnósticos hacia la presentación típica de los hombres. Esto significa que las herramientas y estrategias de diagnóstico actuales pueden no capturar adecuadamente cómo se manifiesta el TEA en mujeres y niñas”.

Las mujeres TEA y el camuflaje social

“La falta de modelos femeninos en los estudios y materiales de formación contribuye a una falta de conciencia y comprensión sobre cómo el TEA puede manifestarse en mujeres”, dijo, añadiendo que “una de las razones que podrían justificarla es la presentación tardía de la sintomatología ya que, en algunos casos, se observa que los síntomas del TEA se manifiestan de manera diferente o más sutil en las mujeres y niñas que en los hombres, es decir, que son menos reconocibles o interpretados de manera diferente debido a expectativas socioculturales sobre el comportamiento femenino”.

“Otra, es una teoría en discusión que se denomina ‘Camuflaje Social’ y, en el caso particular de las mujeres, se refiere a que ellas aprenden y aplican estrategias para ‘ocultar’ sus síntomas en situaciones sociales, como por ejemplo imitar comportamientos, expresiones faciales, aprender a interactuar, entre otras. Sin embargo, para las familias, profesores y profesionales de la salud estas señales pasan desapercibidas, enmascarándose con incluso una dificultad del área emocional social”, continuó explicando la experta.

El impacto en el diagnóstico

Para Patricia Estay es importante destacar que las expectativas de género podrían también tener impacto en el retraso del diagnóstico TEA, dado que se espera que las mujeres y niñas sean más competentes en esta área, por lo tanto, al manifestar dificultades en el ámbito social o de la comunicación pueden ser interpretadas como ‘tímidas’ o ‘ansiosas’. Esto se agrava porque el estereotipo del TEA tiene una mayor prevalencia masculina, lo que puede llevar a profesionales y cuidadores a no considerar esta posibilidad en mujeres y niñas”.

“La tardanza o ausencia de un diagnóstico adecuado tiene consecuencias significativas para las mujeres y niñas con TEA, pues puede llevar a la falta de acceso a servicios de apoyo y terapias efectivas, teniendo un impacto en su desarrollo educativo, social y emocional. Además, el esfuerzo constante de no hacer notorias sus dificultades puede resultar en estados de estrés, ansiedad y depresión. Lo mismo puede sucederle a sus familias o cuidadores, dado que existe un peregrinaje en la búsqueda de un diagnóstico certero, teniendo incluso desaciertos en la toma de decisiones (fármacos, establecimientos educacionales no inclusivos) para mejorar la calidad de vida de cada una de ellas”, sostuvo.

Finalmente, enfatizó que “reconocer y abordar estas barreras es fundamental para mejorar el proceso diagnóstico y el apoyo para mujeres y niñas con TEA. Esto incluye ampliar nuestra comprensión del Trastorno del Espectro Autista más allá de los estereotipos de género, desarrollar criterios diagnósticos y herramientas de evaluación sensibles al género, y fomentar una mayor conciencia y capacitación entre los profesionales de la salud”.