Expertos en la materia trabajan desde hace años en el desafío de generar conciencia en torno a esta patología, con el objetivo de hacer entender a la comunidad que se trata de una enfermedad sistémica, la que no solo se expresa a través de la piel.
Entre 200 y 400 mil personas tienen diagnóstico de psoriasis en Chile, las cuales se encuentran expuestas al desarrollo de una amplia gama de comorbilidades tales como artritis psoriásica, afecciones cardiovasculares y hepáticos, y contando también con el deterioro a nivel de salud mental por la discriminación sufrida frente a las lesiones visibles en la piel.
Según un estudio realizado por Atlas Global of Psoriasis[1], la cantidad de personas que padecen esta enfermedad en Chile está cerca de las 200 mil, con una prevalencia de 0,87%, sin embargo, se calcula que este número oscila hasta los 400 mil. Esta afección suele vincularse a manchas y heridas en la piel, generando una falsa idea de que se trata solo de una patología con consecuencias dérmicas. Si bien son habituales los síntomas como el picor o la descamación, aparecen otros como hinchazón, dificultad en el movimiento y dolor articular.
La enfermedad psoriásica es una afección crónica, inflamatoria, no contagiosa del sistema inmunológico que puede afectar también a las articulaciones[2]: cerca de un 35% de los pacientes con psoriasis, pueden desarrollar artritis psoriásica[3]. Junto a ello, una psoriasis no tratada a tiempo puede ir mutando en otras comorbilidades, las que van desde problemas cardiovasculares y hepáticos, pero también pasando por el deterioro a nivel de salud mental, debido a la discriminación sufrida por parte de la sociedad ante las lesiones que sufren en la piel.[4]
Es por ello que, desde hace ya varios años, los profesionales en esta patología, además de organizacioones de pacientes, se encuentran librando una importante batalla para cambiar la percepción de la psoriasis en la población, a través de la educación y la concientización sobre la enfermedad. El objetivo de este proceso es hacer entender a las personas que se trata de una afección a nivel sistémico, lo que hace obligatorio ampliar el acceso a tratamientos innovadores que puedan mejorar la calidad de vida de una persona con psoriasis, y así evitar la propagación hacia el resto del organismo.
El Dr. Fernando Valenzuela, dermatólogo y presidente de la Sociedad Latinoamericana de Psoriasis, explicó que esta enfermedad suele diagnosticarse rápido, pero los tratamientos se aplican más lento de lo que se quisiera. “El gran problema que tiene nuestro país es el tratamiento. Los casos de psoriasis más leves no conllevan un gran costo, sin embargo, cuando la enfermedad llega a niveles moderados o severos, los tratamientos empiezan a ser más caros y difíciles”, explicó el profesional.
En línea con lo anterior, los tratamientos disponibles contra la psoriasis en nuestro país están supeditados a la gravedad de la enfermedad y a su avance. Por ejemplo, en el caso de un paciente que presenta un cuadro leve, la patología será tratada a través de tratamientos tópicos. Los procedimientos empiezan a volverse más complejos si la afección avanza, utilizando tratamientos orales o subcutáneos, e incluso, en algunos escenarios, los pacientes deben ser expuestos a cabinas de fototerapia, de modo que se pueda disminuir la hinchazón y la comezón de la piel a través de radiación, aumentando su grosor para evitar que la psoriasis atraviese las barreras dérmicas.
La deuda del país aún está en torno a cómo hacer más accesibles estos nuevos tratamientos, algo que abordó Francisco Tapia, químico farmacéutico y presidente de la Fundación Padece, institución que agrupa a pacientes que sufren de psoriasis y otras enfermedades con expresiones dermatológicas. En ese sentido, el directivo comentó que “los tratamientos de innovación han revolucionado la atención de la psoriasis y de la artritis psoriásica, sin embargo, el acceso a estos tratamientos sigue siendo desigual. Si bien existen algunas opciones cubiertas por programas como la Ley Ricarte Soto, estas no siempre contemplan las terapias biológicas de última generación, las que son cruciales para un control efectivo de la enfermedad. Muchos pacientes deben enfrentar largos procesos burocráticos o recurrir al sistema privado, lo que genera una importante brecha en el acceso a tratamientos de calidad”.
Si bien la enfermedad no tiene una cura los tratamientos han evolucionado notablemente permitiendo a los pacientes una mejor calidad de vida, un control de la enfermedad y el camino hacia la remisión. El diagnóstico a tiempo, un tratamiento temprano y su correcto cumplimiento permiten evitar serias complicaciones, así como un mejor manejo de estas: “Con tratamientos adecuados y oportunos, los pacientes con psoriasis pueden lograr resultados significativos. Un ejemplo claro es que, en los últimos 15 años, hemos logrado avances notables hacia el aclaramiento completo y sostenido de las lesiones en la piel (PASI100) en pacientes con psoriasis en placa moderada a grave[5]” así lo explicó el Dr. Ariel Perelsztein, Director de asuntos médicos y regulatorios para Johnson & Johnson Latinoamérica Sur.
Daños más allá de la piel
El Dr. Fernando Valenzuela es drástico al detallar que se suele menospreciar el padecer psoriasis, debido a que se cree que solo afecta a la piel, obviando las consecuencias posteriores que trae el desarrollo de la patología. “Los pacientes con psoriasis van a vivir dos o tres años menos que las personas sanas, debido a las complicaciones asociadas. Esto tiene relación con que la inflamación de la piel está mediada por moléculas, las que son capaces de moverse por el torrente sanguíneo y que terminan inflamando, prácticamente, todo el cuerpo. Si un paciente tiene más del 10% de la superficie de su cuerpo comprometida con placas de psoriasis, puede ver afectados órganos como el cerebro, los pulmones o el hígado a causa de la inflamación”, narró el experto.
Según el especialista, la psoriasis y la artritis psoriásica no solo impactan el cuerpo, sino que también la mente y el bienestar emocional de las personas. La fatiga, el dolor crónico y las lesiones visibles de la piel, pueden generar aislamiento social y una profunda afectación en la autoestima de los pacientes. Además, el estrés emocional y el estigma asociado a estas condiciones suelen desencadenar trastornos como la depresión y la ansiedad.