A partir de esta etapa, el corazón comienza a experimentar cambios naturales que pueden afectar su funcionamiento, especialmente si no ha habido un adecuado control de los factores de riesgo. La hipertensión, el colesterol elevado, la diabetes y el sedentarismo pueden acelerar el deterioro cardiovascular, aumentando el riesgo de enfermedades graves.
A medida que las personas envejecen, el corazón experimenta cambios naturales que pueden afectar su funcionamiento. Sin embargo, un adecuado control de los factores de riesgo y hábitos saludables pueden marcar la diferencia en la calidad de vida de los adultos mayores.
El paso de los años provoca un aumento de la rigidez de la pared arterial y una menor capacidad de dilatación de las arterias del corazón. También puede disminuir ligeramente la frecuencia cardíaca y generar depósitos de lipofuscina, un pigmento que altera las células musculares de este órgano. Además, las válvulas cardíacas pueden engrosarse sin que esto implique necesariamente una enfermedad. No obstante, si no ha habido un cuidado cardiovascular preventivo, el impacto del envejecimiento se agrava en presencia de hipertensión, colesterol elevado, tabaquismo, diabetes, obesidad o sedentarismo.
«El envejecimiento no tiene por qué traducirse en una mala salud cardiovascular. Con un control adecuado de los factores de riesgo y hábitos saludables, es posible mantener un corazón fuerte y funcional. Es fundamental la prevención y la detección temprana de enfermedades para mejorar la calidad de vida en esta etapa», advierte el Dr. Jorge Jalil, presidente de la Sociedad Chilena de Cardiología y Cirugía Cardiovascular (SOCHICAR).
Las enfermedades cardiovasculares y cardiometabólicas son más frecuentes en esta etapa de la vida. Entre ellas se encuentran la hipertensión arterial, el infarto al miocardio, la insuficiencia cardíaca, la fibrilación auricular, los accidentes cerebrovasculares (ACV), la diabetes mellitus tipo 2 y la enfermedad renal crónica.
Nunca es tarde para adoptar hábitos saludables que contribuyan a la salud cardiovascular. Mantener una rutina de ejercicio con al menos 30 minutos diarios de actividad aeróbica y ejercicios de fuerza es clave para prevenir la sarcopenia. Asimismo, dejar de fumar, controlar la presión arterial, el peso y los niveles de azúcar en la sangre son medidas esenciales para reducir los riesgos.
“Es importante prestar atención a síntomas como cansancio inusual, dolor en el pecho, palpitaciones, mareos, desmayos o hinchazón en las piernas y tobillos, ya que pueden ser señales de problemas cardíacos”, explica el Dr. Jalil.
En cuanto a los controles preventivos, se recomienda un chequeo que incluya la evaluación de hábitos, medición de presión arterial, peso, colesterol, glucosa, función renal y un electrocardiograma. Según los resultados, podrían ser necesarios exámenes más específicos para detectar hipertensión, insuficiencia coronaria, insuficiencia cardíaca, arritmias o enfermedad renal crónica.